Corpus Christi

 

Dios en la palma de tu mano                                                     Fabián Echenique

¿Te has puesto a pensar alguna vez que cuando comulgas tienes por un momento a Dios en la palma de tu mano? Los que no tienen fe dicen que esto no es posible, los que creemos decimos, ¿hay algo imposible para Dios?

Lo impresionante es que este Cristo en el que nosotros creemos nos ha dado tantas muestras de humildad que contrastan con la imagen de un Dios todopoderoso reinando sobre nuestras vidas. Él ha preferido mostrarse como el servidor de todos, incluso en la imagen de Buen Pastor no se nos presenta como el que manda, si no como el que protege, el que guía, el que da la vida por su rebaño.

Cristo es humildad desde su nacimiento, en aquel pobre pesebre que fue su cuna. Lo es en su manera de tratar y amar a sus discípulos, llamándoles amigos. Lo es en su entrega total al momento de la pasión y subiendo a una cruz que no merecía, pero que aceptaba por la salvación de todos. Lo es al momento de su resurrección, encontrándose con unos pocos, en lugar de hacer una entrada triunfal en Jerusalén para cerrar la boca de sus enemigos. Lo es, finalmente, en su manera de quedarse con nosotros para siempre: en la forma del pan. Ese pan que cabe en la palma de tu mano.

Esto nos ayuda a pensar que nada es más contrario a la Fe cristiana que la soberbia. Nada más alejado de la Iglesia de Jesús. Y tantos hay que van a Misa a determinado templo imaginando que ahí están entre “los suyos” no por la fe compartida, si no por la posición social de quienes ahí se reúnen. Tantos hay que al momento de la comunión esquivan a los ministros de la comunidad designados para este servicio y sólo quieren recibir la eucaristía de manos del sacerdote o del Obispo, olvidando que lo importante es la comunión misma, no quien la administra. Tantos hay que hacen alarde de lo que saben, del tiempo que sirven en tal o cual Institución de la Iglesia, sin darse cuenta de que el servicio más importante es el cotidiano, más allá de las paredes de la Parroquia, donde se da testimonio de la FE con las actitudes de vida.

El domingo, cuando vayas a Misa, si estás en gracia para comulgar, mira bien, contempla a Jesús hecho pan para alimentar tu alma. No trates de comprender el misterio, sólo contémplalo, que Él mismo te dirá sus secretos en voz baja, hablándole a tu corazón. Escúchalo siempre,  pues ese Dios que cabe en la palma de tu mano también sostiene tu vida en la suya.