Dulce tristeza…Jesús y el joven rico - Wikipedia, la enciclopedia libre

            Hay un libro que se llama “La mujer pobre” cuyo autor es Leon Bloy, una obra que narra las penurias interminables de una mujer a la que le falta casi todo lo necesario para vivir. Aun así vive con dignidad. Alguien le pregunta una vez por qué nunca se la ve triste, a pesar de todo lo malo que le sucede y ella responde: “la única tristeza es la de no ser santos.”

Me parece un pensamiento que bien puede ser tu lema y el mío en adelante. Tantas veces nos dejamos entristecer por cosas pasajeras, por situaciones que no merecen nuestra atención. Tantas veces pasamos la jornada angustiados por cuestiones materiales y superfluas.Qué poco nos preocupa nuestra situación espiritual,  nuestra relación con lo trascendente, nuestro vínculo con Dios.

No digo que debamos obviar los motivos auténticos de pena: el dolor que cada tanto nos rodea y nos arranca lágrimas: la enfermedad, la muerte, la soledad, la injusticia… digo sí, tomando esta idea de Leon Bloy que más profunda y real debiera ser la tristeza de no vivir lo que creemos, de ser incoherentes con la Fe que profesamos.

La tristeza de no ser santos es igual a la de aquel joven rico que no se animó a dejarlo todo para seguir a Jesús. Y dice el Evangelio que se alejó muy triste, pues sus riquezas materiales eran muchas. No sabemos qué sucedió con él luego. Yo siempre he pensado que algo en él cambió después de ese llamado de Jesús. Habrá dicho que no al principio pero esa santa tristeza lo habrá transformado de a poco.

La tristeza de no ser santos es movilizadora. Nos abre los ojos frente a lo mucho que le debemos a Dios. Rompe con la indiferencia del que sólo piensa en si mismo. Levanta nuestra cabeza y eleva nuestra mirada más allá del mundo de las cosas pasajeras. Comenzamos a comprender que hay demasiadas razones para sonreír, para olvidar, para perdonar, para intentar, para recuperar la esperanza.

Dulce tristeza es aquella que le arranca lágrimas al alma que se sabe vacía de virtud,  porque recibirá el consuelo de un Dios misericordioso, primer paso en el camino de santidad.

Fabián